Mientras sus hermanos montados en garrudos rodeaban a la presa Synea se puso la máscara y esperó la señal que le permitiría vengar a su hermano. A pesar de los años de entrenamiento no pudo evitar perder la concentración, y se sumergió en los recuerdos y la melancolía.
Synea patrullaba por la llanura buscando a su hermano. Syresiv sonreía, ya que creía que esta vez por fin había conseguido engañarle. Decenas de jóvenes medianos esperaban el desenlace del juego y dos de ellos esperaban un error del contrario para alzarse con la victoria. ¿Quién sería el cazador, y quién la presa? Una vez más el juego terminaba con el enfrentamiento entre Synea y Siresiv. Mientras Siresiv intentaba liberar a los medianos cazados por Synea éste se concentraba en los movimientos de su hermano, quien pronto habría caído en la trampa.
Syresiv.... nunca tuviste la paciencia del cazador ni la sabiduría del sanador. Nogea debería haberte enviado una temporada con Dradde, así quizás uno de sus consejos habría conseguido salvarte: “subestima a tu enemigo y no tardarás en sentir el tacón de su bota en tu cuello”.
Hermana siempre nos recibías con una sonrisa, pero ayer no hubo sonrisas, juegos ni cantos. Ayer sólo hubo llanto y tristeza, y hoy sólo hay sitio para la venganza.
El viento que surcaba la llanura le sacó de sus recuerdos. Parecía que ésta sollozaba por el asesinato de sus hijos, medianos y garrudos. Synea observó a su presa: treinta elfos de Valenar que habían sorprendido al grupo de su hermano mientras cazaban.
Aquello fue una ejecución, no un combate. Superados en número, atacados por sorpresa y liderados por Syresiv, los diez medianos no tardaron en sucumbir. Syresiv, demasiado orgulloso para reconocer la situación de inferioridad en la que se encontraban y lo suficientemente temerario para creer que los elfos y sus caballos no eran rivales para los medianos y sus garrudos.
Desenvainó su tangat y leyó el lema de su tribu inscrito en él: “Nunca doblegado, nunca roto”. Mientras oía como los belicosos elfos se jactaban de su victoria y cantaban canciones en honor de los héroes del pasado Synea volvió a sorprenderse por su arrogancia. O quizás fuera ignorancia. Sólo habían puesto un centinela, que hacía poco que había sido silenciado. Mientras observaba a su próxima presa oyó el rugido de los garrudos: la señal que indicaba el comienzo de la matanza
Hoy vengaría a su hermano y obtendría una nueva máscara.
Cambio de juego y de blog
Hace 13 años