sábado, 18 de septiembre de 2010

Mitos sobre la creación


Syberis danzaba por el vacío, colocando las estrellas en su lugar. Khyber se arrastraba bajo él, engulléndolas casi tan rápido como el primero las ponía. Eberron cantaba, lejos de los otros, y la vida florecía en el vacío.
Finalmente Siberys se giró para enfrentarse a Khyber, para evitar que el dragón siguiese devorando sus estrellas. Ambos lucharon con fiereza, desgarrándose mutuamente con gran odio. Al final Khyber se alzó victorioso y Siberys quedó despedazado en un millón de fragmentos. Tras haber despertado su sed de sangre, Khyber se dirigió a por Eberron.

Cada vez que Khyber se abalanzaba contra él, Eberron lo eludía con suma delicadeza. No se derramó más sangre y la batalla se prolongó idefinidamente. Khyber terminó cansándose y Eberron logró redearlo y aprisionarlo, tras lo cual ambos dragones cesaron en su lucha.

Y así nació el mundo, con Eberron dando forma a la superficie y Khyber aprisionado en su interior. Ambos dragones quedaron sumidos en un letargo tras su prolongado combate, volviéndose rígidos como la tierra. Los fragmentos del quebrado cuerpo de Syberis rodearon a Eberron. Los tres terminaron por ser conocidos como el Dragón superior, el Dragón inferior y el Dragón intermedio.

Las gotas de sangre de Syberis cayeron sobre el mundo creado. Allí cobraron vida, convirtiéndose en dragones de la tierra. Pronto vieron que Eberron les había construido un bello paraíso en el que morar, por lo que vivieron en paz durante largas eras.
En el interior de los férreos pliegues de Eberron, la sangre de Khyber se ulceró y fermentó, dando paso a la vida infecta. Moldeada por los sueños del dragón amodorrado, la sangre de Khyber se convirtió en los infernales: rakshasa, sagas nocturnas y otras criaturas. Poco a poco, los infernales se abrieron paso a través del cuerpo de Eberron, arrastrándose por las grietas y oquedades de la tierra, ascendiendo con la roca fundida de las erupciones volcánicas que burbujeaba desde las profundidades de los océanos. Con el tiempo llegaron a amenazar la paz de los dragones, y así llego a librarse la primera guerra entre los dragones y los infernales.
Igual que Khyber triunfó en primera instancia contra Siberys, así vencieron los infernales por primera vez contra los dragones. Éstos se retiraron a la tierra de Argonnessen, mientras los infernales se repartían Khorvaire, Sarlona y Xen´drik entre ellos. Así dió comienzo la era de los demonios.

Los infernales dominaron el mundo durante millones de años. Cada vez que los dragones se atrvían a abandonar Argonnessen, los infernales los atacaban con gran ferocidad y los obligaban a retroceder.

Las cosas empezaron a cambiar cado los dragones redescubrieron la Profecía y encontraron aliados para su causa. Durante la danza primigenia de Siberys, cuando la vida empezó a manar de los dragones en movimiento, nacieron los coualt para sumar el sonido de sus alas emplumadas al baile. Al igual que los dragones, se habían tenido que ocultar de los infernales que gobernaban el mundo. Juntos, no obstante, dragones y coualt fueron capaces de lanzar un último asalto contra los imperios infernales.

Durante miles y miles de años se libró una violenta guerra entre los dragones y sus aliados coualt, y los infernales de Khyber. El conflicto tocó a su fin cuando los coualt descubrieron la forma de volver a aprisionar a los infernales en lo mas profundo de la tierra que los había engendrado, aunque tuvieron que pagar un alto precio por ello. Slo las ligaduras de los espíritus más puros podían aprisionar a los poderosos infernales, por lo que los coualt más puros debieron sacrificarse para atrapar a los infernales entre sus anillos espirituales. Con los demonios gobernates encerrados, el resto de coualt y dragones fueron capaces de expulsar con facilidad a los infernales menores.

Los dragones habían quedado tan debilitados por sus largos años de lucha que fueron incapaces de disfrutar de los laureles del triunfo. La mayoría regresó a Argonnessen para estudiar la Profecía, dejando Sarlona, Khorvaire y Xen´drik vacíos y en ruinas.

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